viernes, 11 de abril de 2014

Un chocolate para compartir con mi padre


A veces las cosas no salen como habíamos planeado. Un bonito plan trazado hace mucho puede sufrir un revés que lo deja inacabado, o una sorpresa no salir como teníamos pensado.

Desde que empecé a escribir este blog he buscado el momento para dedicar un post a mi padre. Igual que un humorista busca la carcajada, o un mago la sorpresa, un cocinero espera que su plato despierte pura felicidad. A mí me encanta eso, por encima de la propia comida. Y pocas personas hay en el mundo a las que me guste más ver feliz como a él. Por eso me apenó bastante no poder llevar a cabo la sorpresa que tenía pensada para el día del padre.

Pero llegó un nuevo día y tenía dos opciones, lamentarme porque la vida no sigue el camino que has planeado, o trazar otro camino. El ejemplo de mi padre me empujó hacia la segunda. Al final no vale la pena estar abatido más que unos días y al siguiente levantarse y volver a intentarlo. Y si el camino vuelve a cambiar, lo reinventaremos una y otra vez.

Así que si un padre como el mío no busca un solo día al año para inspirarme, protegerme y quererme, yo no necesito que sea un día concreto para decir: ¡Feliz día, Papá!

Eso sí, pese a estar unos días pasada de fecha, mantuve la idea de inspiración fallera. Aquí es muy típico el chocolate con churros en fallas, así que me apetecía hacer algo con ese concepto y me decidí por un cupcake de chocolate negro bañado en una crema de chocolate densa (como nos gusta en casa para mojar los churros), con unos pequeños churritos clavados encima. Todo ello dentro de una taza hecha con chocolate blanco y pintada a mano con colorantes comestibles.

El chocolate blanco no es de mis preferidos cuando se come solo, por su excesivo dulzor, pero cuando lo utilizo en una receta basta con disminuir el dulzor con otro componente para que la suma quede más suave. En este caso hice unas magdalenas no muy dulces. Por otro lado busqué una crema que, pese a estar fría, brillara y supiera como un buen chocolate a la taza. Para ello fui añadiendo ingredientes a la pócima según me los dictaba el gusto y al final logré el punto que quería con una mezcla de chocolate, nata, mantequilla y hasta dulce de leche que quedó maravillosa.

Sé que un goloso como mi padre no tardará en pedirme más.